Desde mediados de la década de 2000, diversos centros de salud clínicos y privados comenzaron a integrar equipos de Psicología de Enlace en sus servicios de urgencias, respondiendo a la creciente necesidad de abordar el impacto emocional de los eventos médicos agudos. En un entorno saturado, donde el dolor físico y la amenaza vital son constantes, la presencia de un profesional de la salud mental se ha vuelto imprescindible para apoyar a pacientes, familiares y equipos de salud.

En 2025, la intervención psicológica en urgencias es reconocida como un componente esencial de la atención integral. Ya no se concibe un modelo de salud que ignore el sufrimiento psíquico asociado a la crisis vital que experimentan los pacientes y sus familiares requiriendo de un abordaje sensible, inmediato y adaptado a la intensidad de estos espacios.

La labor del psicólogo de urgencias ha evolucionado hacia un modelo interdisciplinario, focalizado y dinámico, en sintonía con las exigencias clínicas. Su intervención no debería limitarse a un espacio de consulta tradicional, sino que se despliega en salas de espera, box de atención, pasillos o junto a una camilla, adaptándose a las necesidades del momento crítico.

Entre sus principales funciones destacan la atención en crisis emocionales, la evaluación y contención en urgencias psiquiátricas, el acompañamiento en la entrega de malas noticias, la orientación a familiares y el apoyo en eventos de violencia o desborde emocional. Casos como intentos suicidas, síndromes ansiosos, depresivos, trastornos somatomorfos y consumo de sustancias son abordados a través de protocolos de intervención en crisis, buscando restaurar el equilibrio emocional del paciente y su entorno.

Un aporte relevante ha sido también el apoyo al equipo de salud. La exposición constante al dolor, la muerte y la sobrecarga asistencial genera desgaste, despersonalización y riesgo de reacciones emocionales desadaptativas. En este contexto, el psicólogo contribuye no solo al bienestar de los pacientes, sino también al sostenimiento emocional de los propios funcionarios, favoreciendo climas laborales más saludables y seguros.

La experiencia acumulada a lo largo de los años demuestra que la inclusión de psicólogos en urgencias mejora la comunicación clínica, favorece la adherencia a tratamientos, disminuye la violencia hospitalaria y humaniza la atención en momentos críticos.

Hoy, en 2025, los desafíos se centran en seguir fortaleciendo este modelo de intervención: estandarizar protocolos, consolidar un lenguaje común entre disciplinas y mantener una visión centrada en la singularidad de cada paciente. El impacto positivo de la psicología de enlace confirma que el abordaje emocional en crisis agudas ya no es un complemento opcional, sino un componente ético, necesario y transformador dentro de los servicios de salud modernos.